
El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha optado por una postura de neutralidad frente al conflicto en Ucrania mientras explora la posibilidad de que Colombia se una al bloque ampliado de los BRICS. Esta estrategia le ha permitido mantener un equilibrio en su política exterior sin adoptar una posición definitiva sobre Rusia y su papel en la guerra. Sin embargo, a medida que el país sigue siendo un aliado tradicional de Estados Unidos en la región, este enfoque podría volverse insostenible.
Un informe de la consultora Colombia Risk Analysis (CRA) analiza la relación entre Bogotá y Moscú, destacando que la política exterior de Petro busca fortalecer la presencia del país en un mundo multipolar. Mientras que su predecesor, Iván Duque, condenó abiertamente la invasión rusa a Ucrania, el actual mandatario colombiano ha evitado hacer declaraciones contundentes contra el Kremlin, con la excepción de una denuncia en 2023 tras un ataque que afectó a civiles colombianos en Kramatorsk.
A medida que Colombia evalúa su entrada en los BRICS, deberá definir si considera a Rusia un socio comercial o un aliado estratégico, una decisión con importantes implicaciones geopolíticas. Petro ha manifestado su interés en el bloque, incluso solicitando apoyo al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva para facilitar su adhesión. No obstante, hasta el momento, no se han dado pasos concretos para formalizar esa intención.
El informe de CRA advierte que la política exterior de Colombia suele depender del gobierno de turno, lo que genera incertidumbre sobre su permanencia en iniciativas internacionales a largo plazo. La reciente salida de Argentina de los BRICS bajo la administración de Javier Milei es un ejemplo de cómo los cambios políticos pueden afectar estas decisiones.
Aunque se han reducido las tensiones diplomáticas entre Colombia y Rusia, no hay indicios de un acercamiento significativo en el corto plazo. En cambio, Bogotá parece priorizar su relación con China, explorando su integración en la iniciativa de la Franja y la Ruta. La influencia de Moscú en la región sigue siendo un tema de preocupación, pero según el informe, no representa una amenaza directa para la soberanía o estabilidad democrática del país.