
En la época colonial, miles de niños mestizos fueron separados de sus familias en el Congo Belga y enviados a internados católicos bajo la dirección del gobierno belga. Una de estas niñas fue Marie-José Loshi, quien a los cuatro años fue apartada de su madre y trasladada a un orfanato a más de 600 kilómetros de distancia. Ahora, con 76 años, recuerda el profundo impacto de esta separación: “Nos arrebataron nuestra infancia y nos dejaron marcados para siempre”.
Esta práctica formaba parte de una política sistemática en la que el Estado belga, en colaboración con la Iglesia católica, alejaba a los niños de sus familias debido a su origen mestizo. En 2021, Marie-José y otras cuatro mujeres que vivieron experiencias similares decidieron emprender una acción legal contra el gobierno belga, buscando justicia y reconocimiento por los daños sufridos.
El caso marcó un hito en la historia judicial de Bélgica. En diciembre de 2024, el Tribunal de Apelación de Bruselas falló a favor de las demandantes, señalando que las acciones del Estado constituían un crimen contra la humanidad. Esta decisión anuló un fallo anterior que había desestimado el caso por haber transcurrido demasiado tiempo. El tribunal determinó que los secuestros fueron “un acto inhumano de persecución”, estableciendo un precedente para otros casos relacionados con abusos coloniales.
Según Michèle Hirsch, abogada de las demandantes, esta sentencia no solo reconoce el sufrimiento de estas cinco mujeres, sino que podría abrir la puerta para que otras víctimas de políticas coloniales busquen justicia. Además, destaca la necesidad de que Bélgica implemente leyes de reparación similares a las adoptadas en países como Canadá y Australia para reconocer y compensar a las víctimas de estas prácticas.
El gobierno belga ya había ofrecido disculpas formales en 2019 a alrededor de 20.000 víctimas de estas separaciones forzadas en el Congo, Burundi y Ruanda. Sin embargo, el impacto de estas políticas sigue siendo tangible. La antropóloga Bambi Ceuppens señala que los niños mestizos eran considerados una amenaza para la segregación racial impuesta por el sistema colonial, lo que motivó su separación sistemática de sus familias. Muchos de estos niños fueron incluso enviados a Bélgica, donde perdieron sus vínculos familiares y, en algunos casos, sus propios nombres.

El caso de Marie-José y sus compañeras ha generado un renovado interés por las injusticias del pasado colonial de Bélgica. Organizaciones como Métis du Monde trabajan para apoyar a los mestizos que aún sufren discriminación, ayudándolos a encontrar a sus familiares y brindándoles apoyo económico para la educación.
Marie-José, ahora con hijos y nietos, afirma que la victoria judicial no puede borrar el dolor del pasado, pero sí le permite alzar la voz sin miedo. “Durante años vivimos en silencio, avergonzados de lo que nos hicieron. Hoy caminamos con la cabeza en alto porque nuestra historia ha sido reconocida”, concluye.
