
Uno de los relatos más detallados sobre la partición de Palestina, aprobada por la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre de 1947, señala: “En la corta historia de las Naciones Unidas, pocas veces un debate había despertado tantas emociones. Cada nación presente debía a ese territorio, de una u otra forma, una parte de su legado espiritual”. Este fragmento pertenece al libro Oh, Jerusalén, escrito por Dominique Lapierre y Larry Collins en 1971.
Gran parte de lo que se plasmó en esa obra sigue vigente hoy en día. No solo en términos sentimentales, que continúan influyendo en las decisiones sobre Oriente Próximo, sino también en lo estratégico. Un ejemplo de ello fueron las presiones ejercidas por Estados Unidos sobre Liberia, a través de la empresa Firestone, con inversiones en el país africano, para asegurar su voto a favor de la creación del Estado de Israel.
Casi 80 años después, una nueva ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza, que ya ha dejado cientos de civiles palestinos fallecidos en la última semana, enfrenta al mundo con su propia imagen. Sin embargo, desde Washington hasta Bruselas, pasando por Brasilia, Buenos Aires, Amán, El Cairo y Moscú, los intereses históricos y económicos continúan frenando una condena clara y unánime ante la violencia.
