La riqueza de Harvard y su capacidad para hacer frente a las presiones de Trump.

Harvard no solo se destaca por ser una de las universidades más reconocidas a nivel mundial, también es la más acaudalada, con un patrimonio que supera los US$53.000 millones. Esta cifra sobrepasa el Producto Interno Bruto de más de un centenar de países, incluyendo Bolivia, Islandia, Honduras y Paraguay.

Gracias a una combinación de generosas donaciones, estrategias de inversión exitosas y una gestión rigurosa, la universidad ha construido un fondo económico que le permite mantenerse firme frente a presiones que afectarían a otras instituciones.

Ese respaldo financiero fue puesto a prueba recientemente cuando el presidente Donald Trump ordenó congelar US$2.200 millones en fondos federales asignados a Harvard, argumentando que la universidad no cumplió con ciertas condiciones impuestas por el gobierno respecto a su funcionamiento, políticas de contratación y enseñanza.

Esta decisión se enmarca dentro de una ofensiva mayor de Trump contra las universidades consideradas como promotoras de ideologías progresistas. También ha amenazado con eliminar su estatus de exención fiscal y con impedir la admisión de estudiantes extranjeros, quienes representan más del 27% del alumnado actual.

Autonomía frente a la presión política.

El presidente de Harvard, Alan Garber, respondió defendiendo la independencia académica de la institución. “Ningún gobierno debería decidir qué pueden enseñar las universidades privadas”, declaró.

Lejos de ceder, la universidad ha mantenido su postura, a diferencia de otras que han optado por acatar las exigencias gubernamentales. La situación se tensó aún más cuando el Departamento de Seguridad Nacional advirtió que podrían retirarle la autorización para recibir estudiantes internacionales si no entrega un informe sobre presuntas actividades ilegales.

El conflicto refleja una creciente confrontación entre el gobierno y el sector educativo, especialmente por las posturas políticas que estas instituciones permiten o promueven en sus campus.

Desde el inicio de las protestas en 2023 por el conflicto en Gaza, Harvard ha sido señalada por permitir manifestaciones propalestinas, lo cual generó denuncias de antisemitismo. Aunque tomó algunas medidas, como la suspensión de programas criticados, la universidad ha evitado que el gobierno intervenga en su administración.

Un fondo con restricciones.

El inmenso patrimonio de Harvard proviene de siglos de donaciones e inversiones que se canalizan a través de un fondo patrimonial o endowment. Sin embargo, más del 80% de estos recursos tienen usos específicos establecidos por los donantes: becas, investigación médica, cátedras y programas académicos, entre otros.

Esto significa que, aunque la cifra total parezca descomunal, la universidad no puede usar libremente ese dinero para solventar cualquier tipo de gasto.

Steven Bloom, del Consejo Estadounidense sobre la Educación, explica que desviar los fondos de sus fines podría acarrear demandas legales. Además, existen límites anuales sobre cuánto puede gastarse del fondo, generalmente no más del 5%.

¿Puede Harvard soportar el recorte?

A pesar de las restricciones, Harvard cuenta con una sólida estructura financiera que incluye activos líquidos por más de US$61.000 millones, un superávit de US$45 millones y acceso a créditos por US$1.500 millones. Estas herramientas le permitirían afrontar escenarios difíciles sin tocar directamente su patrimonio restringido.

No obstante, una pérdida prolongada de financiamiento público —o el fin de su exención fiscal— podría representar un desafío importante incluso para una institución tan rica.

¿Por qué recibe dinero público una universidad tan rica?

Harvard cobra una de las matrículas más elevadas del mundo, superando los US$79.000 anuales. Sin embargo, muchas familias no pagan esa suma: quienes ganan menos de US$85.000 al año estudian gratis, y aquellos con ingresos entre US$85.000 y US$150.000 solo aportan hasta el 10% de sus ingresos.

En 2023, Harvard destinó más de US$850 millones a ayudas financieras, buena parte de ellas financiadas por su fondo patrimonial.

Además, los fondos federales tienen otro propósito clave: sostener la intensa actividad de investigación, especialmente médica. Muchos de estos recursos van a centros afiliados como el Hospital General de Massachusetts, líder en investigaciones sobre cáncer y otras enfermedades.

Eliminar este apoyo podría afectar no solo a Harvard, sino al ecosistema de investigación estadounidense, que depende en gran medida de esta colaboración entre el gobierno y las universidades.