
“Soy el dueño del Palenque, cuatro letras van al frente”, canta el grupo mexicano Los Alegres del Barranco, originarios de Sinaloa. “Soy el señor de los gallos, el del cartel jalisciense”, continúa el tema, en alusión directa a Nemesio Oseguera Cervantes, conocido como “el Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, una de las organizaciones criminales más poderosas de México.
Durante un concierto reciente en Jalisco, la banda interpretó esta canción de 2021 y proyectó imágenes del Mencho en las pantallas, en un momento especialmente sensible para la región tras el hallazgo de un centro clandestino de reclutamiento, tortura y cremación operado por ese mismo cartel.
El hecho reavivó un antiguo debate: ¿Debe censurarse la música que glorifica a criminales bajo el argumento de que promueve actividades ilícitas?
Hoy, ya son diez los estados mexicanos que han establecido restricciones o prohibiciones a los narcocorridos.
Aunque asegura que su intención no es prohibir ni censurar expresiones artísticas, la presidenta Claudia Sheinbaum ha lanzado la campaña “México canta y encanta”, destinada a fomentar contenidos musicales alejados de la temática del narcotráfico.
Este movimiento ocurre en un contexto internacional complejo: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusa a México de ser permisivo con el crimen organizado, ha calificado a los cárteles como organizaciones terroristas y amenaza con sanciones comerciales si no se combate de manera más efectiva a estas redes.
Sheinbaum, líder progresista con alta popularidad, rechaza esas acusaciones pero ha decidido impulsar esta campaña para demostrar que su gobierno no tolera la glorificación de figuras criminales.
¿Qué son los corridos?
El corrido es un estilo musical originario del norte de México, relacionado con la ranchera y la banda sinaloense, caracterizado por su instrumentación de guitarras, bajo quinto y acordeón, herencia de las tradiciones coloniales españolas y la influencia musical europea del siglo XIX.
Con letras que relatan historias de la vida real, especialmente de regiones fronterizas, los corridos se convirtieron en una forma de protesta y resistencia cultural, narrando desde hechos heroicos hasta actos de rebeldía.
¿Cuál es su evolución histórica?
A lo largo del tiempo, el corrido ha tenido varias vertientes: el “tumbado”, de estilo urbano y fusión con rap y trap; el “verde”, relacionado con el consumo de marihuana; y el “alterado”, directamente vinculado al mundo criminal.
El narcocorrido es, en esencia, una versión más explícita del corrido alterado.
Históricamente, el corrido surgió en el siglo XIX, en una época de lucha por la independencia y, más tarde, alcanzó gran popularidad durante la Revolución Mexicana (1910-1917), cuando la música se convirtió en el medio principal para informar a una población en su mayoría analfabeta sobre los eventos y protagonistas del conflicto.
Posteriormente, en las décadas de 1920 y 1930, los corridos comenzaron a relatar historias de contrabando durante la prohibición de alcohol en Estados Unidos, dando origen al llamado “corrido tequilero”, primer antecedente de los narcocorridos actuales. El primer tema documentado de este tipo fue “El Pablote” en 1931, sobre un narcotraficante apodado “el rey de la morfina”.
Con el auge del mariachi y la ranchera en la radio durante los años 40 y 50, el corrido quedó relegado a un segundo plano, pero su carácter marginal le permitió sobrevivir como una expresión alternativa de las realidades prohibidas y violentas.
En los años 70, Los Tigres del Norte revitalizaron el género abordando temáticas como el tráfico fronterizo, la guerra contra las drogas y el intervencionismo estadounidense, temas que cimentaron la relación del corrido con el narcotráfico moderno.
El vínculo entre corrido y narcotráfico
Desde esa época, el narcocorrido no solo relata hechos criminales: también se ha beneficiado económicamente de ellos. Algunas figuras del género, como Gerardo Ortiz, han confesado ante las autoridades que utilizaron conciertos para lavar dinero procedente del narcotráfico. También hay disqueras, como DEL Records, que han sido investigadas por el mismo motivo.
Los capos han encargado corridos para consolidar su imagen pública, utilizándolos como herramienta de legitimación y reclutamiento juvenil.
El caso de Chalino Sánchez, conocido como “el rey del corrido”, es emblemático: tras sobrevivir a varios atentados y amenazas, fue asesinado en 1992 en circunstancias vinculadas a su entorno criminal.
La violencia ligada al narcocorrido sigue siendo un riesgo para los artistas: Peso Pluma, actualmente el exponente más famoso del género, recibió amenazas de muerte si actuaba en Tijuana, mientras que Valentín Elizalde fue asesinado en 2006 tras interpretar un tema que aludía a rivalidades entre carteles.
“Nosotros contamos historias que forman parte de nuestra cultura”, declararon Los Alegres del Barranco, luego de disculparse públicamente tras el incidente en Jalisco, lo cual les costó la revocación de su visa estadounidense.
Aunque sus canciones abarcan temas como la migración, el encarcelamiento y la separación familiar, el narcotráfico sigue siendo un elemento dominante en su narrativa.
¿Por qué es tan difícil erradicar los narcocorridos?

Para muchos, los narcocorridos no son solo un reflejo de violencia, sino una manifestación cultural de una sociedad atrapada en un contexto histórico específico.
El sociólogo José Manuel Valenzuela argumenta que, en un escenario de desigualdad creciente, la cultura narca se convirtió en un referente de movilidad social, aunque violento y riesgoso.

Promover otras temáticas musicales es un paso importante, afirma Valenzuela, pero desmontar el culto al narcotráfico requerirá soluciones profundas para la desigualdad social que alimenta ese fenómeno.
Desde los años 50, ha habido múltiples intentos oficiales por censurar los narcocorridos, pero siempre han encontrado maneras de subsistir, incluso mediante emisoras estadounidenses cuando su transmisión en México era prohibida.
A pesar de las restricciones, los corridos viven hoy un auge sin precedentes: de acuerdo con Spotify, el 77% de la música escuchada en México pertenece a este género, y ocho de cada diez canciones mexicanas reproducidas son corridos.
Artistas como Bad Bunny, Becky G y Shakira también han incursionado en este estilo, utilizando su narrativa para abordar otros aspectos de la realidad latinoamericana, como la migración y las desigualdades laborales.
En conclusión, no todos los corridos celebran al narco, pero mientras exista el crimen organizado en México, su influencia en la música popular difícilmente desaparecerá.
