Mario Vargas Llosa: del marxismo juvenil al respaldo de líderes de derecha.

Mario Vargas Llosa, escritor peruano galardonado con el Premio Nobel de Literatura y figura central en el panorama literario y político latinoamericano, falleció este domingo en Lima a los 89 años. Su vida política fue tan intensa como su obra literaria, marcada por una transformación radical: pasó de ser un ferviente defensor del marxismo y la revolución cubana a apoyar a figuras como Jair Bolsonaro y José Antonio Kast.

Este recorrido ideológico lo describe él mismo en su autobiografía El pez en el agua, donde relata cómo su juventud estuvo dominada por el marxismo y el pensamiento existencialista de Sartre, y cómo con los años adoptó el liberalismo como su marco político.

En 1990, impulsado por su creciente popularidad tras oponerse a la propuesta de estatización de la banca del entonces presidente Alan García, Vargas Llosa se lanzó a la presidencia del Perú. Pese al consejo de familiares y amigos de evitar la contienda, lideró la candidatura del Movimiento Libertad, promoviendo reformas económicas de corte liberal. Fue derrotado por Alberto Fujimori en segunda vuelta, pero su visión política quedó clara: había dejado atrás definitivamente la izquierda.

De revolucionario a crítico del socialismo

Nacido en Arequipa en 1936, Vargas Llosa vivió su niñez entre distintas ciudades de Perú y Bolivia. Su contacto con las ideas de izquierda se intensificó en la Universidad de San Marcos, donde formó parte de un grupo marxista clandestino en tiempos de represión política. En esos años, admiró la revolución cubana y mantuvo vínculos cercanos con el régimen de Fidel Castro y figuras del “boom” literario como Gabriel García Márquez.

Sin embargo, en 1971 se distanció del castrismo tras el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla por criticar al régimen. Este suceso marcó un antes y un después: la decepción con la respuesta de otros intelectuales ante la censura lo llevó a replantear sus ideales. Desde entonces, su pensamiento político se acercó al liberalismo y rompió con sus antiguos referentes.

El liberalismo como bandera

Durante los años 80, ya instalado en Londres, comenzó a involucrarse directamente en la política peruana. Fernando Belaúnde lo convocó para investigar casos relevantes como la matanza de periodistas en Uchuraccay. Pero fue el anuncio de nacionalizar la banca por parte de Alan García lo que lo impulsó a la arena política, liderando la oposición a la medida y ganando amplio apoyo ciudadano.

Aunque perdió las elecciones presidenciales, su derrota lo llevó de vuelta a la literatura, donde siguió siendo una voz influyente. Sin embargo, su postura liberal continuó generando controversia, especialmente por sus declaraciones y apoyos a políticos conservadores.

Simpatías polémicas

En años recientes, Vargas Llosa sorprendió al respaldar a Keiko Fujimori, pese a haber sido uno de los más duros críticos de su padre, Alberto. Justificó su apoyo como una forma de evitar un giro autoritario en Perú con la llegada de Pedro Castillo.

Asimismo, elogió a líderes como Jair Bolsonaro en Brasil y José Antonio Kast en Chile, algo que lo distanció aún más de muchos sectores intelectuales de América Latina. También se manifestó abiertamente en contra de figuras como Gabriel Boric, Gustavo Petro, Cristina Fernández de Kirchner y Andrés Manuel López Obrador, a quienes acusó de promover modelos populistas o autoritarios.

Un legado dividido

Su muerte ha generado reacciones opuestas: sectores conservadores lo despiden como un referente del pensamiento liberal, mientras que en la izquierda lo recuerdan con crítica por su giro ideológico. Lo cierto es que Vargas Llosa fue un personaje que, más allá de su literatura, no dejó a nadie indiferente en la política latinoamericana.