Ajijic, el destino mexicano donde miles de estadounidenses encuentran paz (y se alejan de Trump).

A orillas del Lago Chapala, cuyas aguas tranquilas reflejan montañas y aves, se encuentra Ajijic, un pequeño pueblo que se ha convertido en el hogar de más de 10.000 estadounidenses. Este rincón del estado de Jalisco, con un clima templado todo el año y una atmósfera de calma, es considerado por muchos como un oasis lejos del ruido, la violencia y el estrés de otras regiones.

Ajijic, cuyo nombre proviene del náhuatl y significa “lugar donde brota el agua”, está ubicado a unos 50 kilómetros de Guadalajara. Aunque los primeros turistas del norte llegaron en el siglo XIX, hoy en día el pueblo es apodado con orgullo como “el pueblo más gringo de México”.

Muchos de los residentes estadounidenses, en su mayoría jubilados, decidieron mudarse tras la pandemia, atraídos por la posibilidad de vivir mejor con sus pensiones. Sin embargo, también ha crecido el número de jóvenes que trabajan de forma remota y buscan una vida más tranquila.

“Vivo como un rey”, dice Keith Starling, un estadounidense retirado que lleva cuatro años en Ajijic. Para él, su llegada fue casi milagrosa. Al igual que él, otros extranjeros disfrutan del malecón, imparten clases de inglés, participan en voluntariados y asisten a actividades recreativas, como noches de trivia.

James Burns, un historiador que llegó hace cinco años, asegura que se siente más seguro en México que en EE.UU. “Allá ya no me sentía cómodo ni para hacer cosas simples como pasear al perro”, relata.

Según datos oficiales, aproximadamente un millón de estadounidenses viven en México, una cifra que representa cerca del 20% de los ciudadanos del país que residen en el extranjero. Muchos de ellos tienen raíces mexicanas, pero también hay quienes han optado por lo que algunos llaman “migración inversa”, mudándose hacia el sur en busca de una mejor calidad de vida.

Ajijic destaca porque el número de estadounidenses es casi igual al de los residentes locales. Noé López, agente inmobiliario, afirma que el 60% de sus clientes son extranjeros que “viven como si fueran ricos”, con acceso a servicios, restaurantes y propiedades que no podrían costear en su país de origen. Personas de clase media o baja en EE.UU. se convierten aquí en parte de una clase acomodada.

Craig y K.J. Purcell-Beard, una pareja originaria de St. Louis, explican que su decisión de mudarse también tuvo un trasfondo emocional. Abrieron un canal de YouTube para desmentir estereotipos sobre México y promueven una visión más equilibrada. “En EE.UU. el sistema se volvió tóxico, quedarse ya no era viable”, comenta Craig. “Aquí la gente no vive para consumir; su prioridad es la familia”.

Aunque en otras partes de México, como en Ciudad de México, ha habido tensión por el aumento de extranjeros y su impacto en los precios y la cultura, en Ajijic la convivencia parece más armónica. “Me siento como un invitado bien recibido, no como un extraño”, asegura Burns.

El factor político también influye. Para muchos de estos migrantes, la llegada de Donald Trump al poder supuso un punto de quiebre. Susan Brewer, una californiana de más de 60 años, dice: “Ya no me siento igual al volver a EE.UU.”. Según ellos, México representa los valores que sienten que han perdido en su país: comunidad, respeto y humanidad.

“En México la gente te valora por lo que eres, no por lo que tienes”, afirma K.J. Burns concluye con una reflexión: “Los mexicanos saben vivir. Ojalá en Estados Unidos lo entendieran también”.

En el reflejo del Lago Chapala no solo se ve un paisaje sereno, sino también el cambio de vida de quienes decidieron partir para comenzar de nuevo.